Cuernos de venado, barbas de cola de caballo y orejas a semejanza de burro conforman las máscaras de madera o cartón de la Danza de los Diablos, danza característica de los afrodescendientes de la "Costa Chica" de Guerrero y de Oaxaca, expresión cultural de un pueblo históricamente silenciado. Los diablos danzantes salen a recorrer las calles acompañados de una armónica, una quijada de burro y un guaje. Sus pasos fuertes y violentos están al mando del Tenango o Diablo Mayor. La Minga, esposa del diablo, mueve la cadera de un lado a otro seduciendo a su paso al Tenango y al público alrededor. La vestimenta de los diablos muchas veces aparece rasgada, rota, con bordes y flecos y otras lleva chaparreras y paliacate rojo. El Tenango se distingue por ser su máscara más grande, llevar un fuete y chaparreras. La Minga tiene máscara de mujer, falda, porta zapatillas y peluca. El Diablo Mayor grita "¡Ruja!", el zapateado comienza, los diablos miran al piso y responden con un "¡Ruja!" para no ser maltratados por el fuete del Tenango.
Con esa energía que caracteriza a los danzantes afrodescendientes se conmemora a sus antepasados africanos que vivieron en situación de esclavos. Hace 500 años fueron trasladados contra su voluntad, despojados de sus territorios y llevados hacia nuevas tierras. Traían consigo cosmovisiones, bailes, cantos, vestimentas, ceremonias religiosas y medicina tradicional que poco a poco se fueron transformando en un nuevo tejido social por medio del trato cotidiano con las diferentes poblaciones que habitaban la región. Los africanos y afrodescendientes contribuyeron con su trabajo a la economía, a la sociedad y a la cultura que actualmente conforma la identidad mexicana. Sin embargo, por diversas razones, la historia de mujeres y hombres de origen africano ha sido ignorada. Ejemplo de ello fueron y continúan siendo el uso del concepto "raza" y los prejuicios que a su vez trae la distinción entre culturas inferiores y superiores. Los afrodescendientes de México han sido silenciados e invisibilizados frente a un proyecto de desarrollo y progreso bajo el ideal de nación basado en el mestizaje entre españoles e indígenas, dejando fuera a distintos pueblos. Los afrodescendientes, principalmente de la "Costa Chica" de Guerrero y de Oaxaca, reclaman su presencia en la historia mexicana. Una de sus formas de reivindicación se expresa en la Danza de los Diablos, con la que rememoran a los olvidados, no sólo en Todos Santos y Día de Muertos, el 1 y 2 de noviembre, sino en eventos cuyo objetivo es el reconocimiento de los pueblos afromexicanos, término utilizado por algunos movimientos y colectivos como inscripción en la historia nacional, destacando la pertenencia a la diversidad cultural constitutiva del pueblo mexicano.
Es esta danza una tradición que ha pasado de generación en generación. Distintas versiones remiten a la llegada de los españoles, y con ellos a los africanos esclavos que trabajaban día y noche en la pesca y el ganado. Al paso del tiempo se les permitió danzar en sus ratos libres, más lo hacían con máscaras para no ser identificados. La Minga saca a bailar al capataz español como expresión de burla por su incapacidad para zapatear. Son diablos porque se encomiendan al espíritu del Dios Negro Ruja, quien es visto como el Diablo, figura con gran presencia en la cultura afrodescendiente. Y si bien múltiples variantes coexisten sobre el origen de la Danza de los Diablos, del significado del Diablo y de la Minga, éstas no las reducen a expresiones lúdica, sino a una forma de resistencia y rebelión frente a los desfavorables momentos que han vivido a lo largo de su andar. La discriminación, exclusión y segregación, tanto por rasgos fenotípicos como por prácticas culturales, son actitudes y valores que no se restringen a las personas, sino también a instituciones, debido a una ideología errónea que niega la marginalidad económica y social que hoy día sufren las comunidades y pueblos indígenas y afrodescendientes.
Es la danza uno de los medios culturales por el cual los afrodescendientes demandan un lugar en la agenda nacional, que como dice el corrido "el baile nos regocija, pues olvidamos tristezas, con las danzas de los diablos (…) y los ritos africanos nos reclaman con la artesa".
Fuente: Claudia Reyes Bobadilla, La Jornada del campo no.83