El huipil es la prenda femenina más tradicional de la mujer indígena desde la antigüedad. Consiste en un lienzo de tela doblado con una apertura para introducir la cabeza y dos más para los brazos cuando va cerrado. El lienzo se compone a su vez, de uno, dos, tres y algunas veces hasta de cinco tiras de tela que se unen entre sí. Actualmente, esta prenda se sigue manufacturando, igual forma que en la época prehispánica, en telar de cintura, aunque algunas veces se elabora también con telas comerciales. Se teje en algodón, lana y seda, que se combinan con adornos de listones y encajes. Existen huipiles largos que topan el suelo, cortos que apenas llegan a la cintura, angostos o muy anchos. Algunos se usan totalmente abiertos y otros llevan costuras a los lados para dejar pasar los brazos. El escote también varía y su forma puede ser redonda, ovalada, cuadrada o simplemente una abertura vertical. Los escotes y la unión de los lienzos son generalmente se ribeteados con cintas, listones, telas de distintos colores o con bordados.
La forma en que se decora un huipil depende mucho del grupo indígena que lo confecciona. Se pueden mencionar los huipiles de Chopan, o los de Cotzocón, Oaxaca, en los que el elemento decorativo es únicamente el tejido, ya que son elaborados en blanco sobre blanco y no participa otro color. También los huipiles yalaltecos son muy sencillos, únicamente llevan como adorno en el pecho y la espalda una trenza de artisela de diversos colores y flecos largos. Existen, en cambio, huipiles muy elaborados como los de las chinantecas oaxaqueñas; éstos son tejidos y bordados con diferentes motivos geométricos de distintos colores que cubren por completo la prenda, la cual es adornada por la orilla con una franja horizontal de listones de colores contrastantes y rematada con un encaje blanco. La forma en la que el hupil es utilizado es muy variada. Se puede llevar con el enredo o la falda de pretina, cayendo por encima de ella, algunas veces recogido a la cintura en forma de rollo, como en San Juan Copala, Oaxaca, o metidos dentro de la falda a modo de blusa como en San Juan Chamula, Chiapas.
En algunos casos, la mujer porta dos huipiles simultáneamente, ésto ocurre cuando asiste al mercado o a alguna festividad; aunque también pueden ser utilizados uno para cubrir el torso y otro para la cabeza, tal como se estila el huipil grande de las tehuanas que es ataviado con encajes que rodean el rostro de la portadora. En algunas zonas de clima cálido, el huipil es utilizado únicamente para ceremonias especiales, como lo es el día de su boda o el de su muerte, cuando es enterrada con su huipil perfectamente dispuesto. Los motivos bordados y tejidos que se plasman en los huipiles tienen (por lo general) un trasfondo simbólico que ha sido transmitido de generación en genaración. Por ejemplo, los huipiles de las amuzgas de Xochistlahuaca, Guerrero, son cubiertos de bordados que dibujan animales y vegetales. Entre las prendas indígenas más cargadas de simbolismo se encuentran los huipiles ceremoniales de Santa María Magdalenas, Chiapas, en los que además de bordarse dioses, flores, sapos y otros seres de importancia mitológica, cada tejedora plasma diseños especiales personales, a manera de firma.
El brocado principal que lleva el huipil de Magdalenas, presenta el universo en forma de cruz marcando el oriente en el hombro derecho y el poniente en el izquierdo; el sur cubre el pecho y el norte la espalda. Al vestirlo, la mujer adopta una posición frente a la vida y se convierte en el centro del cosmos. Este huipil es llevado solamente durante festividades importantes y los días de mercado y lo portan solo las mujeres que ocupan un rango importante dentro de su estructura religiosa. El huipil ceremonial de Magdalenas es utilizado también para investir a las estatuas de las santas del lugar, como a las de otras comunidades vecinas.
Otro huipil que se distingue por su modo de elaboración, además de su importancia mítica, es el huipil de Zinacantán, Chiapas. Esta pieza se elabora con algodón blanco, lleva escote cuadrado o una abertura vertical rematada en punto de ojal con lana verde. En el pecho se le borda un rectángulo delimitado con una raya roja que lleva en su interior plumas de gallina blanca entrelazadas con hilos de color blanco, azul o verde. En el borde inferior, la prenda es adornada con una franja hecha de los mismos materiales y colores. La importancia de este huipil reside en que es la única prenda de vestir en todo México en la que sobrevive el arte plumario, además de ser una pieza del más puro estilo azteca que con el paso del tiempo logró colocarse como parte fundamental en los atuendos ceremoniales de los Altos de Chiapas. Actualmente Zinacantán es el único lugar en donde perdura esta tradición, la cual augura también un buen matrimonio a la mujer que lo utiliza el día de su boda.
Por otra parte, en Ojitlán, Oaxaca, las mujeres chinantecas también contraen matrimonio ataviadas con diferentes huipiles que, según las tejedoras de este lugar se dividen en tres categorías o galas. La primera gala o huipil rojo: hasta hace algunos años era utilizado por las señoritas que irían a contraer matrimnio. El huipil de segunda gala o huipil pavo: es utilizado por algunas mujeres ojitecas para asistir a las fiestas tradicionales o para salir de paseo. Este huipil se diferencía con el anterior por ser de un rojo menos intenso y por llevar motivos un poco más pequeños. El huipil de tercera gala o huipil con pájaros y palomas: es llevado con más frecuencia ya que se encuentra con facilidad en los mercados. Es completamente blanco y sobre de él se tejen figuras de la naturaleza como pájaros y animales en colores vivos y contrastantes. Antiguamente este huipil era utilizado sólo por las ancianas y por las mujeres de mediana edad, sin embargo ahora es llevado por casi todas para un uso diario.
Como se ha podido observar, el huipil, sin importar su lugar de origen, tiene un especial significado en la unión marital, aunque está igualmente cargado de mitología prehispánica en otros momentos de la vida indígena actual.
"Cuando una mujer se pone un huipil, emerge simbólicamente a través del orificio del cuello, como el eje del mundo; se sitúa en un espacio sagrado y hace que los motivos del universo radien a través de su cabeza, se extiendan sobre las mangas y el resto de la pieza, formando una cruz abierta con ella en el centro. Potando orgullosamente este atuendo, tejido a partir de los sueños y los mitos, la mujer se ubica entre el cielo y el inframundo".
La zona de distribución del huipil se encuentra en los estados de Michoacán (donde es denominado huanengo), Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Qunitana Roo, Campeche, la península de Yucatán y en algunas zonas aisladas de Jalisco, Puebla, Morelos y Veracruz.
En las zonas del país en donde el huipil no se estila, la blusa y la camisa de origen europeo sustituyen su función. Las blusas y camisas que utiliza la mujer indígena actual, son confeccionadas con piezas rectangulares de algodón y manta, aunque también se encuentran las de raso de colores intensos y de lana negra. Generalmente son de manga corta y escote cuadrado, con plisados o fruncidos al frente, espalda y mangas. Los hombros y pecheras llevan bordados de diversos motivos, entre los que se distinguen los de San Antonio Ocotlán, Oaxaca, en donde se confecciona una de las blusas más hermosas del país. También sobresalen las blusas de Campeche, que se bordan con punto de cruz, sobre las mangas, puños y alrededor de los escotes, bellas flores de cebolla en colores blanco y negro.