Fue el padre Bernardino Sahagún quien recogió de la boca de los mexicas la leyenda que habla sobre la creación del Sol y la Luna, los dioses a quienes están dedicadas las pirámides de la Gran Teotihuacán:
Antes de que hubiese el día, se reunieron los Dioses en Teotihuacán y dijeron: ¿Quién alumbrará el mundo? Un Dios rico de nombre Tecuzitécatl, dijo y tomó el cargo de alumbrar el mundo. ¿Quién será el otro? Pero nadie respondía, así que le encargaron el trabajo a otro Dios, uno pobre y buboso de nombre Nanahuatzin.
Después del nombramiento, los dos comenzaron a hacer penitencia y a elevar oraciones. Tecuzitécatl rico el, ofreció plumas valiosas de un ave que llamaban Quetzal, esferas de oro, piedras preciosas, coral e incienso de copal. Nanahuatzin ofrecía cañas verdes, esferas de heno, espinas de maguey cubiertas con su sangre y, en lugar de copal, ofrecía las postillas de sus bubas.
A la media noche se terminó la penitencia y comenzaron los oficios. Los Dioses regalaron a Tecuzitécatl un hermoso plumaje y una chaqueta de lienzo y, a Nanahuatzin, una estola de papel amate. Después encendieron fuego y ordenaron a Tecuzitécatl que se metiera en él pero Tecuzitécatl tuvo miedo y se echó para atrás; lo intentó de nuevo muchas veces y no pudo hacerlo; entonces le tocó su turno a Nanahuatzin que cerró los ojos, se metió en el fuego y ardió; cuando Tecuzitécatl lo vio, le imitó. También se tiró al fuego un águila (por eso el águila tiene plumas hoscas, color moreno o muy oscuro), después entró un tigre que se chamuscó y quedó manchado de blanco y negro.
Los Dioses se sentaron a esperar por dónde saldría Nanahuatzin; miraron hacia el oriente y lo vieron salir, tan resplandeciente que no le podían mirar, volvieron a mirar hacia el oriente y vieron salir a la Luna; al principio ambos resplandecían por igual pero uno de los Dioses presentes arrojó un conejo a la cara de Tecuzitécatl y de esa manera le disminuyó el resplandor. Todos quedaron quietos sobre la tierra, ambos dioses entonces decidieron morir para darle vida al Sol y a la Luna. Fue el Aire quien se encargó de matarlos y elevarlos al cielo, primero al Sol y luego a la Luna; es por eso que el Sol sale durante el día y la Luna durante la noche.
Esta leyenda explica el origen del nombre Teotihuacán, “Ciudad del Sol” o “Lugar en el que nacieron los Dioses”.