La Independencia de México, Juan O'gorman |
El año de 1816 inicia desconsolador para la causa independentista. Su mayor genio militar había muerto en San Cristóbal Ecatepec y dejaba las regiones insurrectas ante un panorama sembrado de incertidumbre. En las filas insurgentes no descollaba el hombre capaz de asumir el mando con firmeza y darle dirección ideológica y militar a la revolución, como lo hizo el mismo Morelos al desaparecer Hidalgo.
Los caudillos que aún conservaban el ímpetu de lucha no reconocían ninguna autoridad, ni sus planes eran acatados por otros jefes; se limitaban a concentrarse en fortalezas, aislados, sin auxilios y sus fuerzas condenadas al exterminio. Los cálculos más juiciosos, consideran que las fuerzas insurgentes sumaban aquel año más de 27 000 hombres, menos de la tercera parte tenía armas de fuego y los demás, espadas, lanzas y flechas.
A pesar de la implacable persecución y de la matanza sistemática que siguió a la reocupación realista de los territorios y ciudades que estuvieron en poder de los insurgentes, éstos no desistían en su empeño. Calleja quiso ahogar en sangre a la revolución. A quienes habían formado parte del ejército liberador se les fusilaba sin someterlos siquiera a proceso, ante los pelotones de ejecución cayeron muchos más independentistas que en los campos de batalla.
El brigadier Calleja se vio obligado a multiplicar sus fuerzas y mantenerlas en actividad constante para romper el cinturón rebelde que obstruía los accesos de México y Puebla con Veracruz y Oaxaca. Los patriotas insurrectos habían cambiado de estrategia militar adoptando la táctica de guerra de guerrillas, evitaban enfrentamientos a campo raso, se apostaban en las alturas y construían fuertes donde se encerraban "con todos los recursos de guerra". De acuerdo con un informe enviado al virrey por un jefe realista, había además una circunstancia que hacía a los rebeldes "en algún modo superiores" y era la de tener el país a su favor.
Vicente Guerrero |
Entre los capitanes insurgentes que aún mantenían rabiosa resistencia contábanse don Vicente Guerrero, hombre de carácter recio e indómito, que ya por sí o por medio de su leal teniente Montes de Oca, recorría la Sierra que media entre la cuenca del Mexcala y la costa del Mar Pacífico, llegó a sus atrevidas excursiones hasta Dos Arroyos, Sabana y Coyuca, puntos todos distantes de Acapulco, con cuya guarnición realista empeñó varios combates en los primeros meses de 1816.
Guadalupe Victoria, en tanto, sentó su real en Huatusco, Veracruz, y lo sostuvo de 1815 a 1819, año en que se internó -al parecer gravemente enfermo- en la región de Zongolica, con la única compañía del doctor Cauto, su médico y consejero. Victoria que contó en el ejército del "Siervo de la Nación" y que sería el primer presidente de la República, controló dos puntos importantes: el estratégico paso de Puente del Rey (hoy Puente Nacional) en la ruta México-Veracruz, y una salida al mar en Boquilla de Piedras, situada al norte del puerto de Veracruz en la barra de Chachalacas. De aquí se aprovisionaba de armas y mercancías, y también partieron los enviados de Morelos a los Estados Unidos.
Manuel de Mier y Terán, comandante de gran reputación estaba aún activo. Siendo alumno distinguido del Colegio de Minería presentó un examen público ante el sabio Humbold. Se incorporó a las fuerzas de Rayón en Sallillo y se distinguió por sus conocimientos de artillería. Militó después con Morelos y operaba en el valle de Tehuacán cuando el caudillo decidió dirigirse con sus trágicas consecuencias a esa población, custodiando al Congreso. Aunque numerosos miembros del gobierno insurgente lograron llegar allí y ponerse a salvo, días después por órdenes de Terán fue disuelto el Congreso al advertir inaplacables rivalidades, y antes de que surgiera una guerra de facciones. Fortificado con sus hermanos Juan y Joaquín en Cerro Colorado, en el centro del valle, partió rumbo a Coatzacoalcos por el bajo Papaloapan, pero fue derrotado en Playa Vicente en julio de 1816. El fuerte capituló en enero de 1817.
Los insurgentes obstinadamente quisieron mantener un gobierno a través de las llamadas "Juntas". En previsión de cualquier percance, el Congreso había dejado en Taretán, Michoacán, a la Junta Subalterna Gubernativa. Sus integrantes: Izazaga, el padre Torres, el doctor San Martín, González de Hermosillo y Víctor Rosales, entre otros, deciden en Uruapan, en abril de 1816, trasladarse al fuerte de Jaujilla en las cercanías de la ciénega de Zacapu. El nuevo "gobierno establecido bajo el sistema republicano" fue reconocido por Guerrero que tenazmente luchaba en el sur, no así por López Rayón.
Entre los componentes de la Junta de Jaujilla destaca un miembro del alto clero, único que abrazó la causa revolucionaria, el "canónigo lectoral de la catedral de Oaxaca" José San Martín, quien se incorporó al ejército de Morelos en la provincia de Antequera. Fue un inteligente propagandista e ideólogo revolucionario. En el fuerte se encarga de la imprenta, publica periódicos, manifiestos, reglamentos, y entre sus múltiples escritos existe uno referente a las “retractaciones hechas en artículo de muerte”: “ha sido uno de los embustes de los gachupines... (han) puesto en boca de nuestros héroes declamaciones y protestas de arrepentimiento, que jamás han sido capaces de concebir”.
Fuerte de Jaujilla |
Jaujilla resistió hasta el 6 de marzo de 1818. El puñado heroico de los defensores de la legalidad revolucionaria, logra establecer otro "palacio nacional", de adobe con techo de palapa, cerca de Turicato, donde despacha la Junta de Zárate, teniendo como presidente por más de dos semanas a San Martín, finalmente aprehendido por un traidor.
En los anales de esta heroica lucha hay que registrar a los indígenas capitaneados por Encarnación Rosas y José Santana, quienes fortificaron la isla de Mexcala en la laguna de Chapala, manteniéndose a pesar de las embestidas realistas durante tres años, hasta que a fines de 1816, diezmados por la peste, los cadáveres y el hambre, capitularon.
También se rinde en Monte Blanco cerca de Córdoba, el joven universitario Melchor Múzquiz. Ramón Rayón entrega el fuerte de Cóporo en Michoacán. El doctor Cos se había acogido al indulto y lo mismo hacen Francisco Osorno, Juan N. Rosains, Francisco Muñiz, Nicolás Bravo después de ser apresado, los dos López. Rayón, Verduzco, y varios animosos insurrectos. Buenos frutos daba la política conciliatoria practicada por el nuevo virrey Juan Ruiz de Apodaca, sustituto de Calleja desde septiembre de 1816.
Apodaca había sido marino, diplomático y gobernador de Cuba. Una de sus primeras disposiciones fue la de prohibir estrictamente los fusilamientos sin formación de causa, pero más provechosas le fueron, por una parte, el ofrecimiento de indulto a todos los insurgentes que depusieran las armas y, la otra, una campaña decisiva en contra de aquellos que persistieran en la revolución.
Un acontecimiento dará nuevo impulso al espíritu libertario de la Nueva España. En abril de 1817 desembarca en Soto la Marina, Tamaulipas, don Francisco Javier Mina, quien se distinguiría por su denodada lucha en contra del gobierno virreinal representante del absolutismo de Fernando VII, al cual combatía.
Francisco Xavier Mina |
Mina había nacido en España en 1789. Por sus convicciones liberales y gran patriotismo había servido a su país contra los franceses durante la intervención. Preso, fue llevado a Francia, de donde regresó a España cuando Fernando VII retornó al trono, deroga la Constitución de Cádiz de 1812 y disuelve las Cortes, por lo que el joven liberal volvió a tornar las armas para combatirlo; perseguido, tuvo que marchar al extranjero, residiendo primero en Francia y luego en Inglaterra.
En Londres, conoció a otro gran personaje de la historia nacional: fray Servando Teresa de Mier, fraile dominico quien, años antes, había sido desterrado a causa de un sermón en la Colegiata de Guadalupe de México, en el que ponía en duda "las apariciones" de la Virgen de Guadalupe. Ambos acordaron combatir al tiránico rey desde sus colonias de ultramar, apoyando la independencia de México.
Mina vio con claridad que la revolución de independencia americana y la lucha contra el despotismo en la metrópoli no eran fenómenos aislados, sino parte de un mismo proceso.
Financiado por comerciantes británicos sale de Liverpool el 5 de mayo de 1816, acompañado por 32 oficiales -unos españoles, otros ingleses e italianos- para continuar su lucha contra el absolutismo. En julio llega a Estados Unidos, buscando aumentar su bagaje de guerra: armas, pertrechos, voluntarios; también aquí, industriales y comerciantes le brindan auxilio económico, esperando obtener nuevos mercados. De Baltimore, pasó a Santo Tomás en las Antillas, luego a Puerto Príncipe en Haití, y después N. Orleans y Galveston, donde decide ya internarse en la Nueva España.
Sus 7 embarcaciones aportan en Soto la Marina con 250 hombres, entre europeos y americanos, aunque originalmente el desembarco se previó en Boquilla de Piedras. En la imprenta que trajo, Mina imprimió una proclama en la cual daba a conocer las razones que lo traían a América, además que perfila su hondura ideológica con incuestionable acusatoria: "el rey y los monopolistas son los únicos que se aprovechan de la esclavitud de los americanos"; y emancipada América "no habrá más gracias exclusivas, ni ventas de gobiernos, intendencias y demás empleos... porque abiertos los puertos a las naciones extranjeras, el comercio español pasará a una clase más numerosa y más ilustrada ... revivirá indudablemente la industria nacional.. ... La emancipación es útil y conveniente para la mayoría del pueblo español por su tendencia infalible a establecer definitivamente gobiernos liberales en toda la extensión de la monarquía.
Y "es indispensable que todos los pueblos donde se habla el castellano aprendan a ser libres, a conocer y practicar sus derechos".
Antes de emprender su osada marcha hacia el Bajío para reunirse con los revolucionarios mexicanos, Mina mandó construir un fuerte en el que dejaba para su defensa al mayor Sardá y a fray Servando con 100 hombres, municiones y víveres para tres meses. El 24 de mayo de 1817 salió de su campamento a Soto la Marina, hacia el sur de la provincia de Nuevo Santander (Tamaulipas) y en la hacienda del Cojo, se apoderó de 700 caballos con los que plantó su caballería. El "8 de junio tuvo su primer encuentro en el pueblo de Valle del Maíz, y el enemigo fue totalmente derrotado.
Tras dos días de descanso Mina reanudó la marcha hacia la hacienda de Peotillos, San Luis Potosí. Pronto sus fuerzas trabaron combate con las tropas realistas de Armiñán, y la victoria sonrió una vez más al porfiado expedicionario venciendo a un ejército de más de 2 000 hombres.
La Campaña militar de Francisco Javier Mina |
Continuando su apresurado avance, llegó el 19 de junio de 1817 a las inmediaciones de Real de Pinos, Zacatecas, donde obtuvo nuevo triunfo sobre 200 realistas que se le opusieron, reforzados con 5 cañones. La marcha era triunfal, pero su campaña apenas empezaba, tenía que arriesgarse a una larga travesía por lugares inhóspitos, soportando un sol inclemente, hambre y sed, antes de llegar a su siguiente punto de reunión: el fuerte del Sombrero, cercano a León, defendido por el temerario hacendado laguense don Pedro Moreno, con un puñado de valerosos insurgentes.
Moreno había nacido en la hacienda de la Daga, cercana a la Villa de Lagos, hoy Lagos de Moreno, Jalisco. De familia acomodada, antes de incorporarse a la revolución, vivía dedicado a las labores propias de sus fincas rústicas. En 1814, sumado a la insurgencia, participó desde entonces en numerosas batallas hasta atrincherarse en el fuerte del Sombrero.
En tanto Mina llegaba al encuentro de Moreno, el baluarte de Soto la Marina había sido atacado el 11 de junio de 1817 por el comandante general de las Provincias Internas, Joaquín Arredondo, quien, tras cuatro días de sitio, logró la rendición de Sardá. Arredondo sin respetar los términos de la capitulación, envió a 17 defensores a las tinajas de San Juan de Ulúa, a excepción de fray Servando, confinado al castillo de San Carlos en Perote, luego a los calabozos de la Inquisición y, finalmente, a La Habana (1820). El doctor Teresa de Mier fue prolífico escritor y periodista, historiador y tenaz defensor de la independencia. Se evadió seis veces de las cárceles españolas y una más, de las del imperio de Iturbide, a quien combatió inexorable. En 1824, representante popular por Nuevo León, firmó el 31 de enero de 1824 el Acta Constitutiva de la Federación decretada por el soberano Congreso Constituyente Mexicano.
San Juan de los Llanos fue el escenario de la batalla que Moreno y Mina libraron juntos contra el coronel realista Cristóbal Ordóñez, al mando de un ejército de 650 hombres. En esta acción, sólo se necesitaron ocho minutos para que los aguerridos insurgentes acabaran con el enemigo. Días después, Mina y su tropa volvieron a salir del fuerte del Sombrero, rumbo a la hacienda del Jaral, propiedad del rico coronel Moncada, quien había apoyado decididamente al ejército realista. El botín fue de poco más de 300 000 pesos, según hace constar el propio marqués en su informe al gobierno virreinal. La intrépida Junta de Jaujilla, en su propio fortín ya esperaba a Mina, y le otorgó entusiasmada el mando supremo de todas las fuerzas del Bajío en reconocimiento a sus brillantes victorias.
Hasta aquí, él había realizado una rápida y brillante campaña que lo colocaba a los ojos del gobierno virreinal como un serio peligro para las instituciones coloniales. De esta suerte toda la atención del ejército realista estuvo dirigida a terminar con el nuevo y formidable caudillo de la revolución, a quien se le declaró "traidor a la patria y al rey, sacrílego, malvado, enemigo de la religión y perturbador de la tranquilidad del reino".
Pedro Moreno |
A Pascual Liñán se le encomendó dirigir la campaña contra el nuevo campeón de la insurgencia. El 31 de julio de 1817, puso sitio al fuerte del Sombrero con poderoso contingente de más de 3 000 hombres, distribuyéndolos en varias secciones. Los defensores sólo contaban con 650 hombres aptos para la guerra, con escaso parque; poca artillería y en deplorable estado. Además, en el muy averiado bastión se habían refugiado gran número de niños y mujeres, enfermos y heridos. El sitio duró veinte agobiantes días; durante ellos, Mina hizo dos salidas en busca de refuerzos sin lograr nada positivo. Finalmente, el 19 de agosto la resistencia fue quebrantada y se decidió abandonar el fuerte, logrando salvarse solamente 50 personas, entre ellas don Pedro Moreno. Dos días antes de la evacuación, había salido don Francisco Javier hacia el fuerte de los Remedios, cercano a Silao, combatiendo por el Bajío y tratando de reunir partidarios para auxiliar a los allí también sitiados. Sucesivarnente, logró sendas victorias en la hacienda del Bizcocho y en San Luis de la Paz, pero en la hacienda de la Caja fue vencido por las tropas del coronel Orrantia.
El 17 de octubre volvió a entrevistarse con la Junta de Jaujilla, conviniendo en atacar Guanajuato para distraer a los sitiadores de los Remedios. Pero un nuevo fracaso desilusionó al temerario militar español, Quien se retiró ya unido al infatigable Moreno y unos cuantos hombres, al rancho El Venadito, donde fueron sorprendidos la madrugada del siguiente día 27 por las fuerzas de Orrantia.
En el asalto muere defendiéndose Pedro Moreno, mientras Mina es tomado preso y conducido a Silao. Poco después, trasladado al campamento de Liñán, es interrogado acerca de sus cómplices en Europa y Estados Unidos. Aún sufrió la afrenta de ser golpeado con la espada por el cobarde Orrantia. El impetuoso batallador fue llevado al cerro del Bellaco, frente al fuerte de los Remedios, y fusilado el 11 de noviembre de 1817 en presencia de ambos ejércitos: insurgente y realista. Con él se desplomó su ideal de ganar para México la libertad e independencia.
Así terminaba la vida de este joven liberal español, que a lo largo de su campaña fulgurante regó de esperanzas independentistas los campos mexicanos. Y que a su arribo, apenas siete meses antes, había dicho: "Contadme entre vuestros compatriotas. Ojalá que yo pudiese merecer este título, haciendo que vuestra libertad se enseñoree o sacrificándole mi propia existencia. Entonces, decid, a lo menos a vuestros hijos: ...que hubo también españoles amigos de la libertad que sacrificaron su reposo y su vida por vuestro bien".
La Gaceta de México se apresuró a informar: "la maldita revolución de independencia está vencida y... la Nueva España pacificada”.
Sin embargo, la llama de la libertad no se había extinguido: el indómito guerrillero de las montañas del sur seguía esgrimiendo su espada y con sus resueltas huestes desbaratando regimientos realistas.