La danza folclórica en México cubre una amplia gama de danzas que nacieron de las tradiciones indígenas, europeas y africanas que se mezclaron desde la conquista y hasta al rededor de 1750.
La tradición de la danza folclórica moderna de México es una mezcla de elementos del patrimonio indígena, europeo y africano. Antes de la llegada de los españoles, la danza indígena se había desarrollado en conjunto con las prácticas religiosas.
Para los aztecas había dos niveles de danza, una para la gente común, relacionada con el ciclo agrícola, y otra reservada para las élites. Después de la conquista, los españoles se esforzaron por erradicar estas formas de expresión por considerarlas demasiado paganas, muchas danzas desaparecieron por completo debido a la llegada de la evangelización, -especialmente las que practicaban los sacerdotes y las clases dominantes-. Es por esto que la mayoría de las danzas prehispánicas del país fueron modificadas y son muy pocas las que se mantuvieron intactas.
Desde 1520 y hasta 1750, la danza evolucionó de una manera muy drástica, principalmente entre los indígenas de clase baja, mestizos y afrodescendientes. Se desarrollaron danzas que permitían a los indígenas dar homenaje a la Virgen María o a algún otro personaje católico, en algunas partes como en Tlaxcala se desarrollaron danzas para representar la Conquista y se introdujeron una serie de bailes europeos como Moros y cristianos, Los arcos, Las escadas, Los machetes, El paloteo, Las cintas, Los doce pares. La mayoría de los bailes tradicionales realizados hoy en día tomaron su forma durante el período colonial pero no eran parte de la identidad nacional mexicana hasta después de la Guerra de Independencia. Un ejemplo de esto es el Jarabe Tapatío que se convirtió en una herramienta política para evocar sentimientos de patriotismo y de “libertad”.
Después de la Revolución mexicana, la danza tuvo una oleada de popularidad y se crearon temas que son muy famosos hasta la fecha como La Adelita, La Valentina y La Cucaracha. Durante los años posteriores a la Revolución también se despertó el interés en la herencia indígena y la gente buscó alejarse de énfasis europeo de la época porfiriana. Este movimiento fue reforzado por los muralistas y otros artistas de la década de 1920 y 1930. En la década de 1930, la popularidad de la danza impulsó la educación y la formación de la misma, se crearon centros educativos en todo México en los que se enseñaba danza folclórica de manera más formal. El interés del baile folclórico declinó en los años 1950 y 1960, viendo este poco interés se crearon compañías de danza folclórica para dar a conocer y mantener la tradición, la más famosa es el Ballet Folclórico de México, fundado por Amalia Hernández en 1952.
Hoy en día, el baile folclórico mexicano tradicional es un elemento definitorio de la cultura popular del país. Es una de las pocas áreas en las que las prácticas indígenas son conservadas y promovidas. Una de las razones de esto es el “indigenismo” de las luchas en curso de una serie de comunidades indígenas para resistir las influencias externas dentro de sus culturas.
El baile folclórico mexicano ha tenido un impacto importante en la cultura de las comunidades mexico-americanas de Estados Unidos, esto ha ayudado a la preservación de las danzas que existían antes de la guerra en el suroeste de Estados Unidos.
En la cultura mexicana, la danza es la espina dorsal del folclore, en ella se reflejan ritos, cultura y tradición. La apariencia fundamental de los pasos, movimientos y vestimentas de las danzas folclóricas del país parecen referir a tradiciones ancestrales, a pesar de que las comunidades indígenas han modificado de maneras muy diversas sus tradiciones dancísticas.