Las noches húmedas de junio, julio y agosto, Nanacamilpa y sus estoicos pinos, cedros y oyameles se llenan de magia. Una danza de luces fluorescentes se dispersa en 200 hectáreas de bosque. Ese titilar constante de verde lo producen las luciérnagas hembras que han llegado a reproducirse.
La aventura comienza cuando los grupos de mirones llegan antes de que los últimos rayos del sol se marchen a cualquiera de los dos centros ecoturísticos cercanos al santuario: Villas del Bosque de Santa Clara y el Hotel Piedra Canteada.
Se forman grupos de no más de 20 personas que emprenden una caminata en medio del bosque a través de senderos señalizados. La primera regla es no llevar ni encender cualquier fuente de luz: celulares, encendedores, lámparas. Las luciérnagas suelen espantarse hasta con la luna llena.
La caminata es dirigida por guías locales y biólogos que explican el proceso de apareamiento. A partir de la primera quincena de junio, las hembras se iluminan por espacios de media hora para atraer a los machos que sobrevuelan el área y esperan la señal para reproducirse.
En la parte inferior de su abdomen, las luciérnagas tienen un órgano especial donde hidrógeno y carbono se oxidan, generando así la bioluminiscencia.
Si la hembra no tiene éxito en el cortejo, lo intentará por una semana más. Cuando por fin se aparea, deposita sus huevecillos en la corteza de los árboles, acto seguido la madre muere. Los bebés se incuban de tres a cuatro semanas, tras el nacimiento inicia de nuevo el cortejo.
Los visitantes aprecian todo el ritual sentados en medio del bosque y en total y absoluto silencio.
Ni siquiera está permitido silbar. Tampoco hay que intentar tocar las larvas, se apagarían y el espectáculo se daría por terminado.
Nanacamilpa y la Isla Norte de Nueva Zelanda son los dos únicos santuarios en el mundo donde las luciérnagas se reproducen en estas cantidades.
En la expedición, que dura poco más de tres horas, se puede ver el vuelo de millones luciérnagas que alcanza los dos metros y medio de altura. Se puede ver como su luz se enciende y apaga y en una perfecta sincronización que deja a cualquiera estupefacto.