Trescientos cincuenta y cuatro escalones son los que hay que ascender para llegar al sitio donde en la época prehispánica se ordenaban los antiguos guerreros mexicas, en Malinalco. El evento tenía lugar en la Cuauhcalli o Casa de las águilas, un edificio monolítico que data del año 1501, y que por sus características arquitectónicas es considerado como uno de los pocos ejemplares en el mundo tallados en un solo bloque de piedra.
Malinalco, ubicado en el Estado de México, se encuentra enclavado en el valle del mismo nombre, característico por sus enormes montañas acantiladas, constituidas de toba volcánica, y a una altura de 4 mil 800 metros sobre el nivel del mar, desde donde la vista panorámica del pueblo es inigualable.
“Llegar hasta este lugar es adentrarse en tiempo y espacio a un sitio que en la época prehispánica fue usado exclusivamente por los mexicas como un lugar ceremonial para la consagración de los mejores guerreros”, señaló Enrique Alcalá Castañeda, arqueólogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Fue hacia el año 9 calli (1501), cuando por órdenes del gobernante mexica Ahuizotl, que se inició la construcción de la talla en roca y del resto de los monumentos prehispánicos que hay en la zona. De este conjunto destaca la Casa de las águilas, edificio monolítico orientado al sur y en cuya cúspide se observa un altar semicircular que cuenta con diversas representaciones de águilas y jaguares, vinculadas con Huitzilopochtli, deidad de la guerra.
“El águila y el jaguar fueron las órdenes más importantes de la jerarquía militar mexica”, indicó el investigador, al referir que fue entre 1473 y 1480 cuando dicha cultura conquistó a los malinalcas, para posteriormente dar inicio a la construcción del sitio.
Este lugar cuyo nombre proviene de la palabra náhuatl malinalli, y que hace referencia al zacate, en esa época únicamente era utilizado como un centro ceremonial para la consagración de sus combatientes, que se realizaba en fechas determinadas relacionadas con los ciclos agrícolas.
En la parte más alta de la estructura monolítica se observa un acceso decorado con un alto relieve que representa las fauces y lengua bífida de una deidad terrestre, presumiblemente Tlaltecuhtli (Señor/Señora de la Tierra), y en cuyo interior se observan representaciones de águilas y jaguares. “El altar simboliza la parte interna del dios terrestre, donde se gesta un nuevo guerrero”, abundó Alcalá Castañeda.
Aún cuando en el extremo superior hay un faltante de este acceso en forma de “u” invertida, a través de estudios de arqueología experimental efectuados por la UNAM, se sabe que contó con una oquedad por la que durante el solsticio de invierno penetraba un rayo solar que iluminaba el cuerpo del águila central.
Al respecto, el arqueólogo refirió que de acuerdo a la cosmovisión de las antiguas culturas, de esta manera el sol penetraba a la tierra para fertilizarla y era el momento en que se consagraba a los guerreros.
A las afueras de las estructura prehispánica por la que se accede a través de dos escalinatas (una central y otra lateral), se observan restos de representaciones de guerreros águila y jaguar, sentados uno sobre una serpiente y otro en un huehuetl –instrumento musical prehispánico–, detalló el arqueólogo, al precisar que la guerra para esos tiempos no se consideraba como tal, sino como un ritual en beneficio de la deidad, y que permitía alimentar al sol para que pudiera combatir a las fuerzas del inframundo durante la noche, y así garantizar que surgiera a la mañana siguiente.
El Cuauhcalli o Casa de las águilas, es considerada como uno de los pocos ejemplares en el mundo de tallas monolíticas, como los de Ellora, Elephanta y Ajanta en la India; Abu Simbel en Egipto o Petra en Jordania, entre otras.
Carlos Santos Guevara
Fotos: Héctor Montaño