Los procesos históricos que caracterizan esta época pueden resumirse en el notable incremento de la fuerza laboral que condujo a la construcción y mantenimiento de imponentes edificios públicos, caminos, obras hidráulicas usadas para la irrigación y almacenamiento de agua, así como al elaboración de terrazas y campos levantados que permitieron una producción de alimenteos sin precedente. Estos hechos revelan un notable incremento demográfico, así coo la existencia de un sistema de gobierno muy organizado y centralizado. Escenas y textos jeroglíficos del área maya comprueban que los antiguos cacicazgos fueron sustituidos por un sistema de gobernantes individuales (ajawtaak) que fundaban sus derechos políticos en el carisma militar y religioso, así como en su pertenencia a una línea dinástica y su fundador mítico. Aunque no sabemos si un fenómeno semejante ocurrió en otras regiones de Mesoamérica, hay quienes opinan que durante el Preclásico tardío se originaron las primeras sociedades estatales. Lo cierto es que en este periodo se advierte una notable disparidad en el tamaño y complejidad de los asentamientos, la cual refleja profundas diferencias en el control de los recursos naturales y humanos.
Durante los últimos siglos del Preclásico tardío tuvo lugar en el Altiplano Central de México, área maya y costa del Golfo un extraño colapso de capitales preclásicas, que fueron abandonadas abruptamente.
Desde el punto de vista cultural, puede decirse que durante el Preclásico tardío se desarrollaron en Mesoamérica diversos sistemas de escritura (istmeña, maya, zapoteca, extc.) acuñados por sociedades que adaptaron la idea de la escritura olmeca a sus propias necesidads lingüísticas. Aunque el registro del calendario y de los números parece haber surgido en Oaxaca a finales del Preclásico medio, durante el Preclásico tardío alcanzó un increíble desarrollo, patente sobre todo en la invención del sistema posicional, que implicaba la existencia de un signo para el cero y de una fecha era (o fecha originaria) de carácter mítico, ubicada en el año 3114 a. C. Hasta donde sabemos, dicho sistema de numeración se utilizó sólo para fines calendáricos y permitía consignar los acontecimientos históricos con inaudita precisión, sin repetir una fecha en el lapso de 5125 años.
El sitio más importante de esta época en la cuenca lacustre del Valle de México fue sin duda la gran aldea protourbana de Cuicuilco, edificada sobre tierras muy fértiles con canales de riego. Es muy poco lo que se sabe sobre la historia de Cuicuilco, ya que la mayor parte de sus vestigios se encuentran sepultados bajo el pedregal formado por la erupción del volcán Xitle, que tuvo lugar hacia 100 a. C.
El clímax cultural y demográfico del Valle de Puebla y Tlaxcala se ubica en la fase Tezoquipan (400 – 100 a. C.).
Durante el Preclásico terminal (100 a. C. - 200 d. C.) la mayoría los asentamientos fueron gradualmente abandonados, pues la población comenzó a reagruparse en sólo dos sitios estratégicos: Cholula y Totimehuacan. Recientes investigaciones geológicas y arqueológicas sugieren que dicho proceso se vio reforzado por una magna erupción del volcán Popocatéptl a mediados del siglo I d. C.
Se supone que el sur y el oriente de la Cuenca de México también se vieron afectados por la erupción del volcán. Esa región, junto con la del Valle de Puebla y Tlaxcala, experimentó una marcada ruralización y declive demográfico. Entre 100 a. C. y 100 d. C. la población en el Valle de Teotihuacán disminuyó, aunque a partir del siglo I d. C. este asentamiento, lo mismo que Cholula, comenzó a absorber a la población sobreviviente de las erupciones. Ello le permitió convertirse en una megalópolis. De hecho, las pirámodes del Sol y de la Luna, lo mismo que las primeras dos etapas constructivas de la Gran Pirámide de Cholula. Debieron de haberse construido durante los dos primeros siglos de nuestra era.
Entre 400 a. C. y 100 d. C. tuvo lugar el desarrollo de la cultura Chipícuaro en el sureste de Guanajuato y las áreas adyacentes a Michoacán. Los ceramistas de Chipícuaro fueron posiblemente los primeros en Mesoamérica que dominaron la técnica de la policromía de precocción, puesto que plasmaron intensos pigmentos lisos (rojo, negro, amarillo) sobre fondos neutros de color bayo. Estas vasijas no se encontraron en tumbas, sino en la superficie, de manera que no se trata de un arte funerario. La cerámica de Chipícuaro influyó mucho en otras regiones de América Media, particularmente en Cuicuilco y el Valle de Puebla y Tlaxcala.
Hacia 300 a. C. dio comienzo en la zona de Colima, Jalisco, Nayarit y las regiones adyacentes de Michoacán y Zacatecas una importante cultura denominada <<de tumbas de tiro>>, cuyos yacimientos arqueológicos se encuentran en mayor concentración y número alrededor del Volcán de Tequila.
Las distintas sociedades de los Valles Centrales de Oaxaca parecen haberse unido en 500 a. C., lo que se habría dadu lugar a una entidad política común que tuvo su cede en Monte Albán.
Aunque el centro de Veracruz estuvo densamente poblado durante el Preclásico tardío, a partir del siglo I de nuestra era experimentó el mismo fenómeno que vimos en el Altiplano Central de México, pues amplias zonas se despoblaron rápidamente. Algunos antiguos asentamientos olmecas siguieron habitados en el sureste de Veracruz y el oeste de Tabasco. Los pueblos que habitaban en esta región contaban con un complejo sistema de escritura conocido como istmeño; aunque todavía no se ha descifrado, existen fuertes argumentos a favor de que registraba alguna lengua derivada del protozoque.
Durante esta época se desarrolló un estilo nuevo de cerámica, llamada Chicanel, se produjo en las tierras bajas mayas. En las vasijas Chicanel ya existía la distinción entre contenedores domésticos (uso de cocina) y especializados (cerámica ritual, funeraria y santuaria).
También se generalizó el uso de la escritura jeroglífica maya, aunque nuestro corpus no es tan abundante debido a que muchos textos debieron grabarse sobre materiales perecederos. Uno de los datos más relevantes que se pueden extraer de estos textos es la presencia del sustantivo ajaw, “noble”, “señor” o “rey”, que junto con una escena de entronización que se encuentra en los murales de San Bartolo, permite confirmar que los fundamentos políticos e ideológicos de los señoríos mayas (ajawil) del Clásico (200 – 909 d. C.) ya estaban presentes desde el Preclásico tardío.
Durante el Preclásico tardío comenzó la construcción de edificios y tumbas de mampostería con bóveda maya, canchas formales para el juego de pelota, así como complejos arquitectónicos denominados genéricamente como “Grupo E”, definidos como una pirámide situada al oeste de una plaza, cuya finalidad era observar el curso del Sol sobre el horizonte a lo largo del año.