Ubicada en la parte central de la península de Baja California, en la región Aridoamérica, la Sierra de San Francisco combina cumbres rocosas, cañones flanqueados por altas palmeras y cuevas repletas de ilustraciones rupestres, llamadas: La Pintada, Las Flechas, Los Músicos, La Soledad, Boca San Julio, Cuesta Palmarito y El Ratón.
La importancia de la Sierra de San Francisco radica en las numerosas pinturas rupestres del estilo “Gran Mural” que concentra, especialmente en 12 espectaculares cañones intermontanos.
Gracias a la naturaleza geológica de las montañas y al clima seco, su estado de conservación es muy bueno, encontrándose a veces enormes paneles con cientos y aun miles de figuras pintadas en vivos colores. El estilo es esencialmente realista y está dominado por figuras humanas y fauna terrestre y marina diseñados en rojo, negro, blanco y amarillo. Abundan también los sitios de petrograbados. El arte rupestre es tan solo uno de los elementos que conforman este extraordinario y ancestral paisaje cultural.
La investigación arqueológica de estas pinturas rupestres permite postular que conforman un segmento de la cultura material, un metalenguaje, rasgo distintivo legitimado que representa la utilización simbólica de determinados elementos de la realidad y muestra cómo las sociedades indígenas percibieron los fenómenos que acontecían en su mundo y la manera como los ordenaron y representaron; así, la iconografía expresada en el arte rupestre constituye un capital simbólico que fue relevante para los procesos de construcción visual de las identidades sociales de estos grupos.
El arte rupestre de la Sierra de San Francisco representa una tradición cultural que se desarrolló a lo largo de milenios; fechamientos de las pinturas han dado una antigüedad de por lo menos 7500 años A.P. Cuando la población indígena fue eliminada, los sitios permanecieron intactos, hasta fines del siglo XIX, época del repoblamiento de las montañas.
La integridad de los sitios rupestres y su entorno han mantenido un altísimo porcentaje de sus condiciones primigenias debido a circunstancias relacionadas con el aislamiento y baja densidad de población que impera en la región.
Acceso: Se ingresa por el camino a San Francisco de la Sierra, en lo alto de las montañas, o por el que conduce al meridional Valle de Santa Martha.
Las pinturas rupestres están lejos de estos pueblos y se requiere pernoctar en los cañones al menos tres días; en la sierra sólo existen “caminos de herradura”, es por esto que es necesario rentar bestias de monta y carga para el traslado de las personas, el equipo y los alimentos.
Esta peculiar logística requiere una planeación previa y puntual de las expediciones, reservar el espacio de acampado y avisar con anticipación a los guías-arrieros de la Sierra. Esto se hace a través del Modulo de Información ubicado en San Ignacio, BCS, el pueblo más cercano a la sierra.
Servicios: En el Módulo de Información se canaliza a los visitantes en distintos Niveles de Visita. El Sistema de Reservaciones permite la planificación de las expediciones y el control del acceso a los cañones.
Cuenta con sanitarios y una Sala de Exposición fotográfica donde se muestra una panorámica de la arqueología de la Sierra de San Francisco y la reproducción de un sector de Cueva Pintada, uno de los sitios más emblemáticos.
En los poblados de donde parten las expediciones se asigna a los guías-arrieros encargados de “guiarlas”, así como a los custodios del INAH que fungirán como supervisores y apoyo en Visitas de Nivel III, de mayor grado de dificultad.
Nota: Es necesario reservar y planear la visita a los cañones con anterioridad.
Para mayor información: https://www.inah.gob.mx/es/zonas/59-zona-arqueologica-de-la-sierra-de-san-francisco