Cuenta la leyenda que hace varios siglos, los sacerdotes de los grandes templos observaron cómo el gran volcán Popocatépetl despertaba de su largo letargo de 100 años. En el momento de su despertar, el coloso empezó a arrojar fuego y cenizas acompañadas de tronidos que aterrorizaron a los habitantes de los pueblos cercanos.
En aquellos tiempos, los humanos eran sacrificados para mantener la armonía entre los Dioses y el pueblo. Cuando los sacerdotes vieron que la ciudad se cubría de cenizas, concluyeron que la gran madre tierra estaba enojada con ellos y que los estaba castigando arrojando fuego a través del volcán.
Nadie sabía qué hacer y recurrieron al más viejo y sabio de todos los sacerdotes para pedir su consejo. El viejo les dijo que todos debían mantenerse unidos y en calma para poder pensar en la forma de tranquilizar a la montaña, les dijo que el problema no era de una sola persona, sino de la comunidad entera.
Después de un tiempo de analizar la situación, la comunidad decidió que para tratar te calmar al volcán tenían que realizar algunos sacrificios humanos, así que escogieron a una gran cantidad de jóvenes y los arrojaron dentro de la gran montaña, pero estos sacrificios tampoco funcionaron, el fuego y las cenizas continuaban devorando las cosechas y destruyendo las casas, así, los sacerdotes sabían que, a pesar de todos sus esfuerzos, la madre tierra seguía enojada.
La situación de la poblanción era muy grave y los habitantes se revelaron en contra de los sacerdotes. Un día se escuchó fuerte tronido en el cielo y una columna de agua hirviendo se elevó muy cerca de las pirámides de la ciudad, y de la columna de agua nació una “montaña” que lanzaba agua hirviendo con olor a muerte.
Todos corrieron a ver qué era lo que estaba ocurriendo porque esperaban que dicho suceso era el tan esperado mensaje de la madre tierra que quería comunicarse con ellos. Para su desgracia, todo el camino había sido destruído por las explosiones y el agua hirviendo.
Los pobladores, convencidos de que el nuevo volcán había nacido como resultado de la ira de los Dioses, llegaron a la conclusión de que tenían que sacrificar a una persona que perteneciera a una familia real. Así, después de hablar y de meditar la situación, decidieron sacrificar a Ameyaltzin (que significa “pequeño manantial”), la hija del sumo sacerdote del pueblo.
Para el sacrificio, la joven doncella fue ataviada con un hermoso peinado y maquillada y adornada con flores de colores vivos, joyas de oro, plata y jade, y vestida con las más finas ropas que pudieron encontrar. Una vez arreglada, le dieron a beber un licor que aturdió sus sentidos y fue transportada por 4 esclavos rumbo a su lugar de sacrificio.
El camino era muy peligroso debido a que el volcán no paraba de arrojar agua y, a su al rededor, se habían formado grandes charcos de barro y agua hirviendo. Se cuenta que los chorros de agua alcanzaban los 5 metros de altura, y las grandes cantitades de barro que había en el suelo les impedían acercarse. De ahí que nació el nombre de dicho volcán: “Cuexcomate”, que significa “Olla de Barro”.
Después del sacrificio, el sacerdote estaba desconsolado y no podía parar de llorar. Cuentan que lloró sin parar hasta que llegó a la puerta de su casa y cayó muerto de la tristeza.
Los habitantes vieron con alegría que el sacrificio había dado resultado, ambos volcanes (Cuexcomate y Popocatépetl) habían detenido las explosiones.
Ese fue el día que nació el Cuexcomate, conocido como el volcán más pequeño del mundo y que, hasta la fecha, puede ser visitado en la hermosa ciudad de Puebla.