Cuenta la leyenda que el Diablo era dueño de un cayuco.
Se dice que en cierta ocasión, dos hombres que viajaban en un navío, fueron desviados por una extraña fuerza invisible. La luna que brillaba débil, pero decidida, fue testigo de la misteriosa escena, cuando un cauyuco desenfrenado estuvo a punto de chocar con la embarcación de los hombres que se habían desviado de su camino..
Los viajeros, aterrorizados, no tardaron en reaccionar: el cayuco volaba solo. Parecía que estaba siendo guiado por una mano invisible, decidida a surcar las aguas de la tranquila albafuera.
Los navegantes se quedaron aterrorizados. Habían presenciado las artimañas del mismísimo demonio, dueño de un cayuco al que impulsaba a volar.
