La Zona Rosa es única en el mundo, una concentración comercial y de servicios, cuya mayor referencia es la calle de Génova, uno de los andadores más concurridos del mundo.
El año de 1967, marcado por la inquietud de la década, tocó a una parte de la Colonia Juárez ser denominada Zona Rosa: ni roja ni blanca, pero sí bohemia y recién estrenada para el culto a la juventud. Sus elegantes recintos habían heredado el oropel de otros tiempos en que los nombres de sus calles eran efectivamente un transplante de la vieja Europa.
Circundada por el Paseo de la Reforma, célebre también por su historia centenaria; la Avenida Insurgentes, la más extensa del mundo y la Av. Chapultepec, una de las más transitadas del país.
Ubicada a unos 10 km del aeropuerto, conectada a través del metro, el metrobús, autobúses y microbuses, además de taxis y bicicletas en renta ofrece grandes posibilidades de mobilidad.
Antes era la colonia Americana. Se fundó en la época de Porfirio Díaz, y se impregnó del boom de lo francés. Llegaron ahí familias adineradas, inmigrantes y diplomáticos, particularmente estadounidenses y alemanes.
Los Cortina, los Cervantes, familias de abolengo, construyeron grandes casas al estilo europeo, con acabados románticos, balcones y ventanales, obra de renombrados arquitectos. Los nombres de sus calles sugieren un recorrido por Europa: Génova, Hamburgo, Estocolmo, Copenhague, Londres, Liverpool, Amberes [...].
El apogeo de la Zona Rosa se dio en los años 50 y 60. Entonces era muy común tomar café y tener charlas literarias en el famoso Quineret y El Chips en la calle Génova.
Eran los espacios favoritos de Carlos Monsiváis, Manolo Fábregas, Manuel Felguérez, Rius y hasta actores como César Costa. No era raro ver a Pita Amor declamando en plena calle. Abundaban las librerías, las galerías de arte y las joyerías de corte internacional, de las cuales ya sólo quedan dos en la calle Amberes.
En el salón de baile El Jacarandas, donde hoy está un restaurante de hamburguesas, se hacían grandes bailes y conciertos de la talla de la orquesta de Ray Conniff. Eran los años 60.
Rocío Garfias, habitante desde 1989, recordó: -Era una zona bohemia, era bonito salir en las tardes, tomarte un café y te encontrabas a gente del ámbito artístico, literatos-. Ella conoció ahí a su esposo que fue fundador de la plaza del Ángel, donde se venden antigüedades [...]. [https://arq.com.mx]
En la Zona rosa uno puede encontrar toda clase de servicios, cafés y restaurantes, tanto aquellos de mucho lujo como cocinas económicas para los que no podemos gastar tanto, así como de diversas especialidades culinarias, como cocina rusa, argentina, italiana, china; bares, lugares de baile y para escuchar música en vivo, cines, boutiques, estéticas, galerías, mercado de platería, de comida, de antigüedades, hoteles, gimnasios, así como otros servicios para los residentes, consultorios médicos y dentales, bancos, centros cambiarios, Viajes Bojórquez, misceláneas (tiendas de conveniencia). Uno podría vivir en la Zona Rosa y no requerir nada fuera de ella.
La Zona Rosa es además un símbolo de la pluralidad e inclusión, al haberse consagrado ya como un centro de reunión y celebración de la tolerancia y la diversidad sexual donde encontrarás centros de entretenimiento abiertos a todas las formas de expresión y orientación sexual, en la Glorieta de Insurgentes se encuentran con frecuencia bailarines de breakdance, skaters haciendo suertes con la tabla, y recitales musicales de los más diversos géneros.